Caminando con un ser híbrido

Autor: Alexander Silvera | Editor: Sergio Silvera


      Entre las praderas, cerca de las sierras al sureste de Uruguay, existe un lugar desconocido que pocos entienden su magia. La estancia es tan inmensa que la extensión de la misma supera el horizonte; caballos galopan a lo lejos moviéndose en manadas contra la luz que va acariciando sus melenas, y cantando con sus relinchos junto a las aves. Víctor, un adolescente de 15 años se dirige a la caballeriza. Un caballo criollo, activo, enérgico y dócil con una estrella regular en su frente con calzado parcial en las cuartillas, relincha al escuchar que su mejor jinete y compañero de la vida ha llegado a visitarle para dar un paseo hasta llegar al arroyo y observar el atardecer...

Vamos, Rayo, demos una vuelta antes de que caiga el sol, parece que necesitas una distracción al igual que yo.

El chico sube al caballo y salen galopando, el viento se siente más fuerte en el rostro... Víctor cierra los ojos, e imagina que él es uno con su compañero. Siente la fuerza de sus patas, la velocidad acelera su corazón...

¡Quieto aquí, Rayo! —detiene al caballo al borde del arroyo. El sol apenas se ve a lo lejos.

Llegamos justo a tiempo para ver el último momento, Rayo. —Le acaricia la cara y este relincha.

      Llegando la noche, contemplando el horizonte, siente a sus espaldas un sonido que se asimila a un caballo. Da un giro, y se da cuenta que no era tal. Divisa entre los árboles un ser alto, que a simple vista parecía un hombre colosal sobre un caballo. Víctor nerviosamente se aferra a las riendas y da un toque de espuelas acercándose un poco más sin salir de su asombro. Rayo golpea con las patas delanteras contra el suelo, lo que le hace pensar que está nervioso, pero queda asombrado cuando ve que este baja su cabeza como reverenciando al ser. Víctor siente el impulso de irse rápidamente del lugar pero su curiosidad puede más, siente como si su corazón se saliera de su pecho, a medida que el ser se acerca a él y este le habla...

¿Quién eres, pequeño ser?

 —Soy Víctor, ¿tú qué eres?

Me llamo Chirón, soy el primer centauro.

—¿Un qué?

El ser da media vuelta y se retira a toda prisa...

¡Espera! —grita Víctor, e intenta seguirlo pero al cabo de unos segundos lo pierde de vista.

De regreso a su casa va pensando en la situación que vivió ante aquel ser increíble. Pensaba qué tan fuerte sería, de dónde vendría, ¿habrían otros más como él? En su mente vagaban preguntas a las que él añoraba una respuesta. Al llegar a la caballeriza, deja a Rayo disfrutando su ración favorita, abre la puerta de su casa y va directo a contarle a sus padres que están en la sala.

¡No saben lo que he visto!

Calla, niño, que estoy concentrado en esto, ¿no lo ves? —el padre intenta resolver un crucigrama. La madre viéndolo entusiasmado lo lleva a la cocina y le pregunta con tono encantador...

Dime, hijito, ¿qué has visto?

¡Vi a un centauro, madre! ¡Un centauro! Un ser mitad caballo, mitad humano, no sé qué hacía ahí, pero lo vi, ¡lo vi!

La madre tapándose la boca con una de sus manos le dice al retirarla...

Pensé que era imaginación mía... ¿Viste a Chirón?

El hijo boquiabierto responde...

¿Tú conoces a Chirón? Ese fue el nombre que me dijo.

Lo conozco —le acaricia el rostro— porque es parte de mí desde la adolescencia, y ahora te toca a ti ser parte de él también. Déjame contarte...

La madre cierra la puerta de la cocina y se sientan a la mesa, ella le cuenta sobre cómo ese ser llegó a su vida, luego de unas horas fueron respondidas las preguntas que invadían la mente de Víctor, y la madre continúa...

Tu padre nunca me creyó sobre esta historia, ahora tú compruebas que es cierto.

El chico se dirige a su habitación cansado y emocionado por la situación, se recuesta en la cama y se pone a pensar en ese ser tan intensamente maravilloso, y cae dormido.

 

        Una estrella de fuego cae desde el cielo, el monte que antes era verde ahora es rojo porque las flamas aumentan sin dejar rastro de la naturaleza. El agua se torna gris porque el cielo así está, nubes negras aparecen en el lejano paisaje, un fuerte viento golpea la caballeriza y este hace volar a Rayo... La voz de alguien dice “aprenderás a volar y ser fuerte como yo” y un trueno resuena.

Víctor agitado despierta en la cama sudando.

Uf... Un sueño muy raro, pareció una pesadilla...

Ve su reloj y son 4:28 a. m., se levanta, va a la cocina por un vaso de agua. Escucha el sonido de los vasos contra el suelo. Víctor se acerca y ve por la ventana a Chirón. Entusiasmado abre la puerta y ahí está... Alto, cuerpo lacertoso, un equino ejemplar.

¿Quieres conocer a la manada? —dice con voz alegre, invitándolo a subir.

¡Sí, claro que sí! —responde exaltado.

Vamos, sube...

Sus manos grandes similar a los titanes le hacían pensar que aún seguía siendo un sueño que no despertaba, invitándole a subir a su lomo. Mientras van caminando hacia el destino, Víctor le hace preguntas sobre su origen, la manada y se entera que él es el jefe. En menos de 20 minutos, una entrada en forma de óvalo con tinte azulado resplandece al cruzarlo. En el cielo, aparte de la luna se visualiza a Júpiter, el planeta de ellos —según dice Chirón—. Y ahí están... Celebrando una fiesta, o eso parece, unos centauros se peleaban como cabras con sus manos empujándose entre sí para ver cuál era el más fuerte, otros beben vino de un cuerno que lleva un borde de oro en cada extremo, también se ve cuatro centauros de rasgos femeninos exultadas que beben a través de una roca roja en forma de triángulo. Chirón se detiene, baja a Víctor y dice...

Ve, habla con ellos, no te lastimarán. Cuidamos bien a los seres que traemos aquí.

Ellos le miran fijamente, entendiendo que un visitante había llegado a sus dominios. Con mucha curiosidad y aprecio comenzaron a acercase a él, le enseñaron sus hábitos y partes de sus costumbres, con la intención de que en algún momento formara parte de la manada.

De todas las disciplinas de allí, Víctor demostró gran aptitud para la arquería, a lo que Chirón le dice...

Eres un gran arquero...  Representarás el aprendizaje ancestral. —el jefe de los centauros le da un arco y flechas.

El adolescente ahora forma parte de esta familia equina híbrida que lleva en su hombro derecho el tatuaje de la manada de la casa 9: una flecha con una línea cruzando el medio.

—En el mundo de los centauros serás reconocido como Tulykófos (del griego: el del Crepúsculo) —le dice Chirón.

Después de muchas actividades, Víctor nota que había pasado demasiado tiempo, y decide regresar a su casa.

—Tengo que regresar, mi madre ha de estar preocupada.

Chirón responde...

—No debes preocuparte, aquí en nuestro mundo el tiempo no transcurre igual que en el tuyo. Ven, te llevaré de regreso y lo comprenderás.

Chirón deja a Víctor en la portera de la estancia, él rápidamente se dirige hacia su casa, y al abrir la puerta nota que su madre está levantada. Ella lo ve y dice...

—Qué temprano te has levantado hoy.

Él mira el reloj de la sala y ve que son las 5 a. m., la hora que su madre acostumbra a levantarse diariamente. Al mismo tiempo que dice...

—¡Chirón tenía razón, madre! Debo contarte algo...

 

      Desde ese día como aquel primer atardecer, Víctor toma a Rayo y se dirige hacia el mundo de los centauros, regresando solo unos minutos después de haberse ido, llegando justo a tiempo para la cena, y así contarle a su madre la belleza de ese lugar.